Si el hábito de ingerir agua a lo largo del día debería ser un acto constante por los beneficios que tiene en la activación de los órganos internos por la mañana, la mejora de la digestión antes del almuerzo o antes de darnos un baño para evitar descensos en la presión sanguínea, hidratarnos durante la actividad física cualquiera que sea es, si cabe, aún mas importante.

El agua funciona como regulación de la temperatura de nuestro cuerpo antes de hacer deporte, al igual que disminuye la percepción del esfuerzo y, si en vez de agua se ingiere una bebida deportiva, ésta completa el glucógeno al poseer hidratos de carbono. La recomendación de los profesionales es tomar unos 500 ml de agua una hora antes de comenzar.

La importancia de la hidratación no sólo es previa a la actividad, también durante ella pues la ingesta de líquidos repone el agua expulsada a través del sudor y la orina, y mantiene la glucosa estable. La precaución hay que situarla en la cantidad de agua que se tome, que ha de oscilar entre los 250 ml cada 20 minutos de ejercicio con el objetivo de que nuestro cuerpo no pierda el nivel de hidratación correcto medido entre la expulsión de líquido y la ingesta de éste. 

Posteriormente, la recuperación de hidratación ha de ser rápida con una ingesta similar a la previa. Hemos de evitar tener sed pues se trata de un síntoma de deshidratación que nuestro organismo elabora con tardanza, ya se habrá perdido un 2% del agua corporal y el rendimiento habrá descendido.

Además, el líquido no deberá estar más frío de 10ºC, sino el cuerpo deberá regular la temperatura de ésta antes de asimilarla e hidratarnos. Respecto a la sudoración, cuanto más líquido se pierde a través de la piel mayor cantidad de agua, sales minerales y glucosa se han de reponer por ello para actividades deportivas intensas se recomienda bebidas isotónicas. 

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